Iba a iniciar este artículo con un “Como cada año”,
pero a estas alturas eso resulta un cliché. Qué más da. Semana Santa ya cerró,
la gente necesitará un descanso de sus ajetreadas vacaciones. Estamos cansados
de caminar sobre la arena y de terminar siempre con la barriga llena.
De
la playa a la iglesia y viceversa.
Se trata de la Gran Semana para los católicos que sí
van a la iglesia. Las iglesias de Mazatlán, del Estado y de todo México, por su
lado, organizan una serie de eventos para los fieles.
Gran parte de los
mazatlecos son católicos persignados. Otros tantos, son sólo creyentes que se
paran en el atrio de la iglesia una vez al año y, esa única vez, es casi
siempre después del Carnaval, Semana Santa o cualquier otra festividad salvaje
que lo requiera.
Ya es habitual, “como
cada año”, escuchar a las madres hablar sobre los Días Santos. Por más que
hagamos zapping a nuestra televisión,
no nos libramos de las películas religiosas, por citar las más clásicas, “Jesús
de Nazaret” y “Los Diez Mandamientos”; películas que vemos repetirse año tras
año y que, de no ser porque pagamos por Netflix, o el preciado Internet, o por
la playa que tenemos a unos cuantos pasos, las veríamos nuevamente.
En fin, las películas,
y nuestras madres o demás familiares, nos recuerdan año con año la finalidad de
Semana Santa, recordar por qué murió y resucitó Jesús, el hijo de Dios.
El mazatleco promedio estaba más preocupado por
saber a qué playa iría, qué banda tocaría en el Bandódromo o si era cierto eso
de que no iban a dejar ingresar bebidas alcohólicas en contenedores de vidrio a
las playas. Más de uno se desorientó al momento de tomar camión, pues no estaba
enterad@ de que Felton había hecho un movimiento extraño con respecto a las
vialidades.
Después de las
mesuradas vacaciones, y de publicar hartas notas sobre las mismas; que si los
hoteles estaban abarrotados, que si hubo una carambola, que si los turistas no
se quieren ir. En fin. Los medios empiezan a publicar sobre el viacrucis; el
viacrucis que el mexicano vive todo el año. El dicho aquí se invierte: “Después
de la calma, siempre viene la tormenta”.
Los turistas se van,
dejando tras de sí una derrama económica de aproximadamente 700 mdp, según
apunta la Secretaría de Turismo, al mismo tiempo que señalan que Mazatlán fue
el destino (en Sinaloa) con la mayor rebanada del pastel. Así es como Mazatlán
se mantiene como un destino turístico atractivo, no sólo internacionalmente,
sino principalmente nacional.
Algo bueno deja Semana
Santa para los hoteles y demás. Sin embargo, los ahorros de enero a abril han
quedaron atrás, pero el presente nos lo recordará. Ahora hay que toparnos con
la dura realidad de la inflación y persignarnos para que no se nos antoje comer
pollo o huevo. Pues,
de acuerdo con un estudio del Observatorio de
Precios que elabora la organización El Barzón, los precios al consumidor del huevo y de la pechuga de
pollo han aumentado 17 veces más que el salario mínimo en los recientes tres
años.
¡En sus marcas, listos, fuera!
Los políticos ya salieron de sus cuevas, aunque nunca se fueron -ni se
irán-, y de hecho, con Semana Santa detrás de nosotros, el calendario electoral
se viene con todo. Un derroche más de dinero para encontrar a nuestros
merecidos representantes; empezando por la impresión de aproximadamente 87
millones de boletas electorales, que según dice Osorio Chong “No son sólo un papel. Representan,
aseguró, la herramienta para ejercer derechos político-electorales de los
ciudadanos.”
Por más que lo intentes, a donde voltees, ahí
estará… un sinfín de publicidad política; todos bien peinados, despilfarrando
alegrías y promesas, para despeinarse en el Congreso luego de algunos meses.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI) de México, 46.2% de la población total está en estado de
pobreza multidimensional, es decir 52 millones de personas carga con una cruz
sobre su espalda durante todo el año, no sólo ven cargar al actor religioso que
interpreta a Jesús el viernes santo, si no que se ven a sí mismos siendo
flagelados por la clase política, económica y hasta social, pero eso sí,
siempre persignándose.
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