La única llegada constante de libros
es a través del financiamiento externo y no así como lo estipula el Reglamento
de la Dirección General de Bibliotecas de la UAS en el primer apartado de su
Artículo 41, según el cual, el Consejo General del Sistema Universitario
solicitará a las autoridades universitarias:
“I. Asignar recursos para la adquisición y preservación
del material documental destinado a las bibliotecas, así como, el mobiliario, equipo e instalaciones;”
El apoyo y búsqueda de recursos
financieros internos es prioritaria para este organismo y el sistema del que es
parte. Sin embargo, el personal de la FACISO considera que este nuevo protocolo
para la captación de material y apoyos financieros centraliza gravemente la
gestión del material en las bibliotecas de la Unidad Regional Sur. Antes de las
reformas estructurales universitarias de principios de esta década, la Facultad
de Ciencias Sociales solicitaba la donación de un volumen relacionado con
cualquier materia del plan de estudios de la carrera por parte de los alumnos
egresados como parte de los requisitos de titulación.
La centralización y burocratización del acervo.
Hoy en
día, después de las reformas y la creación de este reglamento la captación de
material ha dejado de ser en especie y ha tomado como ingreso de recursos el
pago de una Constancia de “no adeudo” para integrarse a un fondo del cual se
financia todo el material bibliotecario.
De acuerdo con Leticia Amaral
Rodríguez, titular bibliotecario de esta Facultad, el monto a pagar por cada
alumno es de $200.00 MX y es gestionado por parte de la Dirección de cada
escuela o facultad y reportado a la Dirección General de Bibliotecas de la
Universidad.
Cuando el monto se abulta lo
suficiente como para ser significativo –dependiendo esto del criterio de cada
director en turno– es cuando se exige al titular bibliotecario de cada unidad
académica realizar un cotejo del material más solicitado por el alumnado y que
no esté disponible en existencia con los planes de estudio de carrera y la
bibliografía propuesta por el personal docente.
El último ingreso de material
registrado en la biblioteca de Ciencias Sociales fue el pasado 27 de febrero, a
través del financiamiento externo PIFI gestionado por la Secretaría de
Educación Pública.
Después de una exhaustiva
negociación por parte del Departamento de Planeación, a cargo de la maestra
Miriam Vega Astorga, se llegó a un acuerdo directo por parte de las
editoriales, para la compra de más de cuatro decenas de volúmenes que fueron
registrados y capturados dentro del sistema.
La incertidumbre del protocolo.
Aparte de
los financiamientos externos, gestionados por el Departamento de Planeación, el
personal administrativo desconoce los canales que deben utilizarse entre los
departamentos de la Dirección para echar mano de los recursos que ellos mismos
reportan a la Dirección General de Bibliotecas.
El financiamiento interno, al
regularse, ha carecido de dar a conocer su protocolo de acción dentro de las
filas del personal administrativos. Aún cuando, la biblioteca apunta que el
recurso ha sido liberado.
Sin embargo, la situación es
alarmante, comenta la titular de la biblioteca FACISO, pues con estas medidas
“se pierde la injerencia de la propia Facultad para administrar y tomar
decisiones correspondientes al manejo de recursos en esta rama”.
En el pasado, durante las gestiones
de la maestra Guillermina Vázquez y el Dr. Arturo Santamaría al frente de la
dirección de esta facultad –antecesoras de este reglamento–, la búsqueda de
nuevo material para ingresar al acervo de esta unidad académica recaía en la
toma de decisiones interna; en ambos casos, el incremento bibliográfico corrió
a cargo de gestiones directas, autónomas e independientes, entre los directores
y las editoriales con fondos que formaban parte del presupuesto general.
Además de la recepción de recursos y
la iniciativa independiente de los directores de escuelas y facultades, otra
alternativa común en el sistema bibliotecario de esta y otras universidades es
la donación de terceras partes.
Sean bibliotecas personales o de
otras instituciones, la donación no termina por ser comúnmente útil, según
señalan Vega Astorga y Amaral Rodríguez, pues a menudo se debe discriminar
entre los artículos donados de acuerdo a la pertinencia de los temas con el
plan de estudios y las materias impartidas.
Y es que, aunque la biblioteca busca
conservar variedad entre los temas tratados para no quedarse sin nada, se deben
remitir a las distintas academias los libros que no pertenecen al estudio
social. A pesar de ello, se conservan títulos que abordan la historia universal
y regional, filosofía, administración y contabilidad, literatura y hasta
diseño.
Pero, lo que debía ser una medida
que proveería a las unidades académicas de echar mano del presupuesto con el
fin de incrementar los libros disponibles ha terminado por ser contraproducente
cuando no se establece la comunicación necesaria. Y así, la falta de
actualización de textos deja mermadas distintas líneas de investigación, caso
particular el de estudios de género, ecología y estudios de la juventud.
Sin duda,
podríamos centrar que el problema es tan simple como la centralización de los
recursos por parte de la administración central de la UAS aunado a fallas
protocolarias y de comunicación. Sin embargo, se ha señalado una falta de
acercamiento, por parte de los docentes, para con la biblioteca a su
disposición.
Amaral Rodríguez apunta que es a
falta de este interés por parte de los maestros por reconocer el material
disponible que los propios alumnos no se dejan ver por la biblioteca, como toda
buena paradoja.
Porque si no se dejan ver, no pueden
solicitar textos, así no se pueden reconocer las necesidades específicas de
actualización o próximas adquisiciones. Menos aún, se puede echar mano del
recurso destinado a nuevos libros, si no se reconocen necesidades.
“La mayoría de los maestros siguen
solicitando los mismos materiales año tras año, lo puedes ver en el plan de
estudios. Si requieren un nuevo material, no acuden a Dirección o a las
bibliotecas de licenciatura y posgrado a revisar su disponibilidad; lo piden a
sus alumnos”, aclara Amaral Rodríguez. “También se suelen hacer antologías, a
partir de los libros que ya han manejado anteriormente o que poseen ellos
mismos.”
Estas antologías, aunque económicas,
no permiten mantener un registro de las obras con vigencia dentro de las aulas.
A menudo, aunque se estipulen en el plan de estudios, se ven limitadas por la
variedad de formatos que se manejan.
Hablando sólo de libros, podríamos
ver que coinciden los cotejos entre la propuesta del docente y el material en
resguardo, pero en el caso de artículos de revistas, textos online, podcasts,
documentales, etc. eso es otro tema no revisado.
La única base de datos disponible en
el sistema digital es aquella del Redalyc; no se han realizado esfuerzos por
conseguir más suscripciones a fuentes digitales académicas.
La unidimensionalidad de la docencia en la
Facultad no es homogénea. Sin embargo, prepondera la falta de aprovechamiento
de nuevos recursos para la enseñanza y, por supuesto, la participación de
docentes y alumnos que podrían insistir en hacer uso de los canales de
recomendación y exposición de solicitudes a través del Consejo Estudiantil y el
Consejo Técnico.
¿Cómo podrían ayudar los estudiantes
y maestros a través de órganos terceros entre el binomio de las escuelas y
facultades y las direcciones centrales? ¿Qué esfuerzos ha realizado la
Dirección General de Bibliotecas de la UAS por dilucidar este misterio
operativo?
Primera
entrega