En el café no había música audible, sólo el
ruido de trastes y el vacío de un vaso llenándose con café. Siria Yvette Aguirre
Meráz, recién salía de su ardua clase de seis-siete horas diarias en la Escuela
Profesional de Danza (EPDM), en un par de horas estaría camino a su trabajo
como maestra de danza en una escuela para infantes.
“El nombre, es un misterio”, repite. Su
abuela nombró así a su madre por una amiga, y su madre finalmente decidió heredárselo
a la primera de tres hijas. Siria nace en
1992 en Tijuana, la ciudad más poblada de Baja California. Toda su familia es
sinaloense, salvo ella y sus dos hermanas. Recuerda venir a Mazatlán para algunas navidades, pero llega al puerto con 16 años de edad, termina la
preparatoria en José Vasconcelos para después ingresar a la carrera de Diseño
Gráfico en el Itesus. Ahí permanece por dos años hasta darse cuenta que ese no era el rumbo que le
quería dar a su vida y que la danza requería la mayor parte de su tiempo, su
atención y energía.
Recuerda que su primera experiencia con la
danza fue el ballet, a los 6 años de edad; poco después decidió que la
técnica no era de su agrado por lo que dejó de asistir a las clases. Una maestra
le aconsejó sobre clases de jazz, cuando ya tenía 8, así
que retomó la disciplina, sin embargo aquello fue solo un pasatiempo de
chiquillos, no fue hasta su llegada a Mazatlán que les preguntó inmediatamente
a sus papás, “Y aquí, ¿en dónde puedo bailar?”.
Quiero vivir de la danza y
comunicar con la danza, pero a veces siento miedo.
Siria
iba dándole pequeños sorbos a su cappuccino, quitaba la espuma blanquecina que sobrepasaba
el borde, mientras subía los pies de bailarina a la silla, apoyándose con sus brazos
de bailarina en la mesa.
A su llegada a Mazatlán, a los 16 años,
inmediatamente buscó un lugar en el cual pudiese bailar, pero ya estaba demasiado
grandecita para ingresar a ballet en el CMA, y en Danza Contemporánea, recuerda,
le dijeron que era muy pequeña y que seguramente no sabía la finalidad de la
misma.
Trabajando en la purificadora de agua que
puso su padre, meses después de instalarse, un cliente le habló de su hijo,
bailarín también, y le propuso ir a su estudio. “Así fue como me fui
desenvolviendo más, porque Mazatlán es muy chiquito, entonces, todos los
bailarines saben de todos los bailarines, es una comunidad. Así conocí a
Agustín, la persona con la que me
entrené para audicionar en la EPDM. Después de montar mi solo frente al jurado
esperé a que me dieran alguna respuesta, días después llegó el correo
diciéndome que no había sido aceptada, y el por qué; mis debilidades,
fortalezas y que entrenara más duro para intentarlo de nuevo, pues aún no era
mi momento”
“Ss-sí”, duda un poco.
“Sí”, repite con voz firme.
“Sí, sí pienso vivir de la danza.”, dijo
apresurada. Siria, temiendo arrepentirse sobre la respuesta. Es algo muy loco,
se dice y me dice, porque primero empiezo cuestionándome qué es la danza, por
qué lo hago, por qué quiero bailar; ¿Solamente porque se vea bonito? No, ese no
es mi objetivo. Con la danza quiero comunicar, decir algo, es como cualquier otro
arte, como cuando escribes, pintas, haces una película. “La danza es un
lenguaje corporal”, termina de decir.
“Si voy a desenvolverme en la danza, quiero
abarcar lo más que se pueda; en cuanto a conocimientos, saber en dónde estoy
metida. Quiero hacerlo bien, me da miedo la ignorancia, no saber”, dice Siria,
quien acaba de coger con las dos manos un popote de líneas rojas y blancas
haciéndole una dobladura en medio.
El Sacrificio, no de Tarkovsky, o también, el
de Siria y el de todos los artistas, de todos los humanos que rompen sus burbujas
por hacer lo que les gusta; no como gusta un vestido, no como gusta un color,
lo que apasiona, pues, “¿Qué sacrifico?”, se pregunta, mientras desvía la
mirada y se pone el dedo índice en la barbilla.
“¿Qué sacrifico?”, se repite. “Por un lado mi
familia, regularmente yo ya estoy en otro rollo, la fortuna es que sigo
viviendo con ellos, pero si me alejo, nos alejamos porque también mis papás
trabajan y a veces no tienen tiempo de ir a mis clases abiertas ; El atletismo,
por otro lado, es algo que me gusta mucho practicar, pero que ya no he tenido
tiempo de seguir haciendo, además de que era mucha carga física la que le metía
a mi cuerpo, es decir, siete horas de practica (danza), más correr a diario,
tenía que estar pendiente de las lesiones que me pudiera ocasionar.”
De la intimidad en el foro
experimental a la distancia en el Teatro.
El
cappuccino ya bajó, como baja la marea sin la presencia de la luna; el popote
de líneas rojas y blancas que se mantiene entre las manos de bailarina ha sido
doblado una vez más, ha sido mordido y ha sido colocado en la mesa; Los pies
bajan y suben, los brazos se abren a la información y a las preguntas que
vengan. La espalda se encorva y se endereza; las sonrisas van y vienen.
“No estoy segura de sí me gusta más uno u
otro, el foro experimental se hace en un espacio más reducido, por lo tanto la
sensación es otra; hay más intimidad y el acercamiento con el público me agrada;
mientras que en el teatro, al ser más espacioso, la conexión con el público es
diferente”.
El panorama artístico en
Mazatlán desde Siria.
En
la pasada edición de PuertOculto, su servidora y Gisel Camarena escribimos,
cada quien por su cuenta, sobre el teatro y los espacios existentes para
expresión artística en Mazatlán, por lo que se rescató que, citando a Gisel,
estos se pueden contar con la palma de la mano y que incluso sobrarían dedos.
Desde el punto de vista de Siria, el panorama artístico, sobre todo en la
disciplina de danza, es también muy pobre, existen muchos grupos independientes
que bailan, pero no hay unidad, hay envidia, hay ego, mucho ego y competencia.
“Los estudios de jazz, porristas, por ejemplo, se encierran mucho en su burbuja. O a
veces que entre los mismos bailarines llaman aburrido a una u otra técnica, cuando deberíamos de
decir, sabes qué, me gusta lo que haces, enséñame a hacerlo y dime cómo lo
puedo utilizar en mi técnica. O por ejemplo, el tango; habrá alguien que sepa
pero no hay una academia que enseñe la técnica, o de salsa… eso si hay mucha zumba y pole dance.”, dice entre risas.
La danza, el cuerpo y la
vida cotidiana.
“Al
bailar se genera adrenalina, se generan estados corporales. Me gusta mucho
trabajar el cuerpo; flexibilidad, equilibrio; descubrir hasta donde puedo
llegar. Incluso observar como un estado de ánimo puede hacer ligera, pesada o
diferente la rutina”, comenta Siria mientras mueve las manos para dibujar lo
que dice.
“A mí me cuesta mucho ejecutar un movimiento,
darle sentido, creo que es lo que me ha tomado más tiempo en mis dos años de
carrera. Es fácil aprenderse la rutina, pero no es lo mismo tomar conciencia de
ella. Me gusta mucho leer, comprendo lo que leo, le pongo atención, pero
ejecutar un movimiento requiere más de mi atención aún, porque es una atención distinta.”
Cuando trabajas con el cuerpo, cuando lo
practicas; con el yoga, la danza, el teatro, el atletismo y demás disciplinas,
aprendes a tomar control sobre él, hay conciencia de lo que se hace. Para esto,
dice Siria que dicen que los bailarines tienen esa conciencia espacial en la
que se puede estar caminando rápido entre una multitud y no chocar; tener esos reflejos
y poder esquivar y reaccionar.
De un sorbo se termina el cappuccino, mi café
de la casa hace varios minutos que dejó la mancha al fondo de la taza. El
popote de líneas blancas y rojas consiguió una dobladura más; cuatro en total.
El mesero recogió los platos y tazas, y
nos fuimos. Atravesamos la Belisario Domínguez, caminamos por la Sixto Osuna, y
nos esfumamos, cada una por su cuenta, sin bailar.
Muy entretenida entrevista, me gusto como describes la escena de dónde se da la entrevista.
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